Violet J. Kendrik

-Podrias dejar de leer y prestarme atencion señorita Kendrik – Violet levanto su Mirada del libro que sostenia en sus manos, estaba tan inmersa leyendo aquellos versos que le encantaban tanto que no podia dejar de leerlos una y otra vez, miro de forma aburrida a su maestro de modales mientras le explicaba para que era cada tenedor y todas esas chorradas que tenia que aprender para que su padre estubiera feliz, si siempre penso que le encantaba atormentarla con aquellas estupidas lecciones de etiqueta, las detestaba al igual que a su madre… nunca la había visto en su vida, solo en las fotos que le mostraba su padre, una hermosa dama de sociedad… susurraba su padre al contemplar las imágenes…
-Si, Misstres… - Susurro poniendo derecha sobre su asiento, poniendo sus manos sobre la lustrosa falda de aquel asqueroso vestido que fue obligada a utilizar, su maestra asintió mientras seguía hablando de lo mal que estaba su postura, solo pudo emitir un gruñido enfadado mientras le hacia una seña obscena cuando le daba la espalda, no podía esperar para escabullirse y fumar un poco detrás de su casa haciéndole mala cara a todos quienes pasaban mirándola con sorpresa.
Violet… no es precisamente un chica tradicional, rebelde, única, nunca fue como su madre una dama de sociedad ni tampoco como su padre un hombre a quien le gustaba estar rodeado de personas riendo y socializando, simplemente era ella, única y eso la alejo de todo aquel que se acercara a ella, nunca tuvo muchos amigos, y quienes lo eran compartían sus gustos por la música, y la lectura.
-Estoy cansada de tener que levantarte del sofá cuando caes ebrio al llegar a casa, ¿Sabes lo difícil que es para mi? – Su padre medio sonrio mientras bebía un gran sorbo de su jugo – No creo que pese demasiado.
-Sabes a lo que me refiero… - Susurro cortando el tono jocoso de su padre, lo amaba pero habían ocasiones en las que quería aventarlo por la ventana del segundo piso – Bien, cariño… no volverá a pasar.
Al único hombre que alguna vez amo es a su padre, nunca había permitido que nadie se acercara a ella, había tenido una corta relación con su mejor amigo de toda la vida, quien compartía sus cigarros con ella, quien la ayudaba a llevar a cabo sus planes… Solo conveniencia… pero cuando había intentado tocarla de forma indebida lo había abofeteado y todo había terminado tan rápido como empezó.
Escucho un suave susurrro a su espalda detiendo sus ojos sobre la oración favorita de su libro – Mira quien esta aquí… - Susurro Bill mirándola con diversión morbosa en sus ojos, dos chicas y tres chicos la rodearon con aquella misma estúpida sonrisa, se levanto dando un suspiro de rabia, los aparto para alejarlos, pero alguien tomo su cabello arrastrándola de vuelta - ¿Quién dijo que podias irte?
-Sueltame… -Susurro con un gruñido mientras se giraban, con la rabia ardiendo en sus venas pero solo escucho risas y lo sabia… estaba perdida, por mas que luchara no podría contra cincos chicos, estaba cansada de sus abusos, de tener que pelear cada vez que ellos la provocaban, sintió una pulzada de dolor cuando su cabello fue apretado con mas fuerza, miro los ojos azules del chico que la sostenía con brusquedad queriendo golpearlo hasta que dejara de respirar – Tu maldi…
Sus palabras fueron cortadas por un aspero gruñido masculino – Sueltala… - Miro hacia el frente para ver un chico rubio, alto que los miraba con furia y diversión en sus ojos… un extraña convinacion pensó… mientras ellos reian al ver al aparecido… de seguro era nuevo nunca lo había visto en su vida, su rostro, tan angelical le recordaba a uno de los demonios disfrazados de angeles que leía en sus libros… pero podía sentir que bajo ese aspecto de niño bonito había alguien totalmente distinto, con temor lo miro abalanzarce sobre Bill, derribándolo golpeándolo hasta que sangro y respiro con dificultad.
los mire sorprendida congelada en mi lugar cuando el golpeo a todos los chicos y las mujeres con ellos solo corrieron despavoridas, pronto todo se detuvo… cuando el se levanto con sus ojos miel brillantes, los cuales se dirigieron a los mios perdiéndome por un momento, pero todo aquello se acabo cuando los directivos llegaron y se lo llevaron casi a rastras, el solo me miro sonriendo de lado con aquella cinica sonrisa, la cual nunca fue borrada de mi mente.
Su relación con la mayor parte de las personas no era muy buena, siempre se sentaba sola a leer o escuchar música… perdiense, olvidando todo… porque lo que mas odiaba es sentirse débil por el hecho de haber sido abandonada por su madre… pero la odiaba aun mas a ella por preferir a los lujos que a su propia hija.

Eran épocas difíciles, en las que las cosas básicas no se conseguían fácilmente. Benjamin Kendrik, era un hombre totalmente decidió, conocía claramente su destino, el futuro que le esperaba si seguía tocando su guitarra en los bares de mala muerte de los rincones de dallas.
Aun era joven, y lo sabía, no tenía muchas esperanzas de lograr algo grande con su vida; pero que más da, lo único que tenía tan claro como su propia existencia era que algo tenía que hacer, era rebelde, pasional y posesivo por naturaleza por lo que tomo sus maletas un día cualquiera y echo viaje asía Londres, algo en su alma prometía un mejor futuro.
Luego de un tiempo rediciendo en Londres, y sin ningún resultado exitoso aparte de conseguir un buen lugar para tocar su guitarra, justo en la plaza central de una pequeña calle. Curiosamente un día como los demás en su corta, loca pero intensa vida apareció frente a sus ojos una hermosa dama, vestida con telas elegantes, de esquiva mirada típica inglesa, con unos inmenso ojos color miel, cabello castaño claro, parecía caer suavemente hasta sus hombre como pequeños hilos de oro; su belleza podría comparase con la hermosura de los colores de otoño, su nombre era Elizabeth Musbell. Parecía que su suerte empezaba a cambiar; pero por Dios, quien era él para hablar con semejante esbeltísima mujer, pensaba, no era nadie comparado con sus lujosos zapatos y su costoso paraguas ingles; pensó por un momento y se decidió a hablarle. Ella parecía extrañada, no conocía mucho de calles pequeñas como en la que se encontraba ese nublado, como era de costumbre, día.; le miro a los ojos y de inmediato sintió estremecer su alma, ella veía en él, la fuerza de un guerrero, la belleza de un caballero y la certeza de un cazador. Veía atreves de su piel blanca, de sus músculos nada acentuados y de sus pobladas y negras cejas que asían ver su rostro aun más interesante; no paso demasiado tiempo antes de que los dos jóvenes empezaran a robarse pequeñas miradas y así mismo empezaron a cruzarse pequeñas frases, luego de verse varias veces en el mismo lugar y a la misma hora, haciendo de esa clandestina situación una “cita”.
Una noche llena de estrellas y con la luna más grande de lo normal, se entregaron uno al otro, escondiendo sus cuerpos y con ellos sus sentimientos de los dogmas de una sociedad en la que ella aparentaba perfección inexistente y el dejaba ver lo peor de un mundo de inmundicia como solía llamarlo la madre de Elizabeth; ella lo sentía tan cerca de su alma, solo él hacía que ella conocería el verdadero mundo, aquel mundo del que se perdía por aparentar algo que no era. Pasaron varios meses, y la hermosa chica no volvió a hacer presencia en el lúgubre lugar, y no le sorprendía, sabía que pasaría, aun que su corazón aun la llamaba, requería urgentemente de su presencia. No podía evitar las cosas y tristemente lo admitía, ella y solo ella era el hecho más sorprendente que había ocurrido en su vida, no quería perderla, su alma lo sabía.
Conto exactamente un año completo desde la última vez que la vio, Benjamín aun seguía en esa calle, tocando a horas extensas su a dolorida guitarra, tocando aquellas notas que le recordaban su rostro… tomando café, fumando un poco. Faltaban exactamente 15 minutos para las 6 de la tarde, el Big Ben se preparaba para anunciar la hora en punto, su corazón latía normalmente, pensaba en donde pasaría la noche… pensaba en que la renta del día siguiente le esperaba, cuando de pronto , vi una silueta femenina acercarse, no era tan esbelta como la de su amada y a medida de que se acercaba sus gestos faciales aparecían; vio sus ojos, ya no tenían el mismo brillo angelical y travieso que lo enredo por completo; vio su piel, se veía cansada sin fortuna, triste y desamparada. Puso sus ojos como platos al contemplarla luego de un inmenso año, trato de cruzar palabras pero sus labios se adormecieron al verla, había cambiado tanto. Ella ahora llevaba en sus brazos una criatura, de tan solo 3 meses de vida. Lo miro a los ojos, estiro sus delgados y casados brazos y dijo “no puede ser mía mas, la amo pero no me lo permiten” sus ojos se inundaron de lagrimas, mientras él como reacción simultanea recibía a la pequeña criatura en sus brazos; vio sus ojos, igual que los de su madre, claros y grandes, su piel blanda, sus labios y mejillas rosa y sus cabellos café claro que a la luz del sol parecían oro puro. No hizo ningún ruido, no gimió, solo vio a su padre y se sintió segura. El solo la vio, la puso en su pecho y sintió en su alma que ella y solo ella sería el hecho más espectacular que a su vida podría haber llegado. La mujer, su hermosa y elegante mujer, desprendió a su hija rápidamente en los brazos de su padre y echo a correr. El solo observaba como sus cabellos jugaban con el aire en la hora de su huida. Era el fin de su historia con la hermosa mujer, pero el comienzo de una historia con aquel infante y delicada criatura.
Violet Jane Kendrik, pasó con su padre toda su infancia entera, y su terrible adolescencia. El padre se hizo cargo de su crecimiento, su alimento, la trato con cautela desde siempre. La amaba tanto como a su vida. Violet, creció siendo una chica retraída, diferente a los demás; de pequeña pasaba algunas horas jugando sola y el resto del tiempo dibujaba, nunca tuvo amigos, y los únicos eran imaginarios, no sonreía seguido y menos en su juventud. Al ver su padre esa actitud, decidió internarla a la edad de 15 años en una escuela de etiqueta, su padre estaba decidido a que no permitiría que ella hiciera con su vida lo que él hizo con la suya, una amarga existencia sin inicio y sin final feliz. La chica odiaba su escuela, veía como las demás jóvenes cometían los peores actos de crueldad con ella, la fastidiaban tanto, hasta el punto en que ella solo deseaba morir, o tener la suficiente fuerza para vengarse de las ridículas y asquerosas mentes que la hacían padecer. Mas tarde luego de pasar una buena parte de su vida en esa “maldita escuela” como ella la llamaba, decidió que estudiaría en la universidad de Nightove, amaba escribir, desde muy pequeña lo hacía, por lo que decidió estudiaría Literatura, esperaba encontrar algo de paz en ese lugar, aun que tenía muy claro que no se relacionaría con nadie, sabía que parte de relacionarse atendía al conocimiento del pasado de los demás y de una cosa estaba segura… nunca, pero nunca hablaría de su pasado, especialmente de su madre, a quien recordaba con gran desmotivación, especialmente cuando su padre bebía y decía “tus ojos, tu mirada, tu piel… eres exactamente tu madre, eres tan hermosa como ella”