Change Of Plans. [Ruth]

Al parecer la temporada de insomnio amenazaba con presentarse, llevaba ya un par de horas en mi cama dando vueltas sin poder conciliar el sueño, lo peor de todo es que ni siquiera existía alguna preocupación o algo similar que me quitara el sueño y aunque ya debía de estar acostumbrada pues desde pequeña solía sufrir estas temporadas de insomnio que aparecían sin razón alguna, la verdad es que me desesperaba demasiado cuando esto pasaba, especialmente por que no podía calcular el tiempo en que aparecerían y aprovechar ese tiempo perdido en otras cosas. Me levante de mi cama derrotada y me dirigí al escritorio donde se mantenía mi laptop, quizás si hacia algunos trabajos atrasados me serviría de algo, así que comencé a buscar algo pendiente que realizar pero como siempre había hecho todo a la orden de día y no tenia nada que hacer, suspire frustrada y me levante del asiento dirigiéndome al frigorífico buscando algo que beber, en ese preciso momento fue cuando divise el mini bar de bebidas y recordé que hace un par de días mi padre me había enviado la ultima botella de vino que había salido de la cosecha, así que teniendo una idea en mente regrese a mi habitación buscando en mi cómoda un conjunto deportivo, pues debido de la hora me encontraba cansada para arreglarme mas de lo necesario y tome unos converse, para así poder quitarme la pijama y salir a mi destino.

Cuando estaba vestida correctamente, regrese a la cocina y tome la botella del minibar asegurándome también de tomar un par de copas de la alacena, mande un mensaje a Aaron contándole el plan para poder tener un poco de compañía. Teniendo todo listo salí directamente al garage para montarme en mi auto con rumbo a la universidad, sabia que en ocasiones todavía era posible ingresar a estas horas, así que quizás mi plan saldría bien. Después de unos minutos, llegue al estacionamiento y aparque mi auto tomando la botella y las copas que por suerte habían llegado intactas, comencé a caminar hacia el edificio de Sir William Nightove para poder acceder a la azotea. Con sumo cuidado subí las escaleras hasta llegar a la parte alta, traspasando la puerta me dirigí a los balcones colocando sobre de ellos las cosas mientras me recargaba esperando respuesta alguna a mi mensaje y no tuve que esperar mas, por desgracia no eran buenas noticias “Desgraciadamente no puedo ir, pero guarda esa botella de vino para otra ocasión”, no pude evitar hacer una mueca de disgusto, aunque sabia que seguramente estaría ocupado o nuevamente desaparecido en algún lugar del mundo, siempre solía probar los nuevos vinos con el.

Sin mas que hacer me resigne a esta noche probar la nueva cosecha sola, así que tome la botella abriéndola para verter un poco de su liquido en una de las copas, ahora me sobraba una y el los deseos de beber se habían ido, al final de cuentas beber no era lo mío solo en ocasiones muy especiales así que deje la copa sin beber en el mismo lugar y me dedique a contemplar la vista de la universidad desde la azotea.

Como siempre, dormía plácidamente en mi cama desde, aproximadamente, las diez y media de la noche. Si hay algo en lo que realmente soy cuidadosa es en mis horas de sueño, puesto que estaba consciente de que existía la posibilidad de que tuviera que desvelarme por algún proyecto o por algún otro motivo. Sin embargo, a cierta hora de la noche, me desperté súbitamente como si el sueño hubiese terminado o ya hubiera dormido lo suficiente, y en ese mismo instante abrí mis ojos de par en par anunciándome que ya no podría conciliar el sueño nuevamente. No había razón alguna para que esto sucediera, no recordaba ningún pendiente, alguna promesa o algo que hubiese hecho de manera inconsciente. Nada. No tenía frío, tampoco calor, tampoco había bebido demasiada cafeína. Me incorporé casi por inercia y miré la habitación de una esquina a otra, del techo al suelo. ¿Habré descubierto algo mientras dormía? Me levanté de la cama y comencé a caminar en círculos por toda la habitación. En ocasiones, escuchar el leve impacto de mis talones contra la duela había que mi cabeza se echara andar y, cuando eso no funcionaba añadía el sonido del reloj que en algún tiempo perteneció a mi padre. Me senté frente a mi escritorio de trabajo únicamente para urgar en los cajones en busca del redondo y dorado reloj. Una vez en mis manos mi ojos se detuvieron en él como si estuviese teniendo una especie de revelación. Parpadeé un par de veces para volver a la realidad y, levantándome de la silla, miré la hora que marcaba el reloj y lo arrojé a la cama, asegurándome que cayera sobre las cobijas para evitar cualquier daño al objeto. Aún era muy temprano, pero no había ni una pizca de pereza en mí, me sentía más bien enérgica, por lo que decidí arreglarme y estar lista lo que tuviese que hacer por la mañana. No, no estaba dispuesta a esperar en mi habitación por el amanecer, para eso me estaba arreglando, para salir tan pronto como pudiese y disfrutar las horas que restaban de la noche. Como era natural, tomé mi reproductor de música, me coloqué mis audífonos y continué escuchando lo que había dejado pendiente; esta vez había sido una canción de Queen que siempre me colocaba en el estado mental más simple. Antes de abandonar mi pieza, me miré al espejo para asegurarme de que todo estuviese en orden y, esta vez, mis ojos se centraron en mi reflejo, no para buscar algún defecto, sino para contemplar mi leve parecido con mi madre. Un escalofrío recorrió mi espalda tras darme cuenta de lo que implicaba encontrar un parecido, puesto que jamás me parecí a ella físicamente. Con mis dedos simulé una pistola y fingí dispararle a mi reflejo que cada vez hacía más clara la imagen de mi difunta madre. Sin más por hacer dejé mi habitación y fui directo a la azotea, pues siempre disfrutaba contemplar el cielo a estas horas para perderme en mis pensamientos y en la inmensidad del cielo nocturno. Por fortuna no vi a ninguna otra persona rondando por ahí y el aire era fresco, por lo que pude caminar cómodamente, sin nunguna prisa o esas odiosas miradas curiosas. Casi llegando a la azotea percibí el aroma de un vino, una fragancia que me resultaba familiar y sólo conocía a una persona con el olor del vino impregnado en sí, sin embargo preferí no llegar con el típico saludo enérgico y amoroso que otras personas harían en mi situación, simplemente me aproximé y, una vez a la altura de Kat removí mis audífonos y los guardé en mi bolsillo. – ¿Hay alguien en la mira esta semana? – Sinceramente, no había mucho de qué hablar, era obvio que esperaba alguien y que ella tampoco podía dormir, Kat, a mí parecer, nunca fue de las personas que desperdician su tiempo sin razón alguna, por lo que hablar de nuestro querido pasatiempo no era tan mala idea, al menos era mejor que preguntar "¿A quién esperabas?"