Enfrentamiento sobre el escenadio (Delilah)

Hora: 16:45
Lugar: Teatro, Evesham

Delilah, aquel nombre me ponía enferma. Una cantante que no sobresalía de la media y que pretendía hacer como si fuera la única que sabía cantar. Sin lugar a dudas poseía una voz fuerte y versátil, pero le faltaba la chispa. Carecía de carisma, sofisticación y elegancia para poder interpretar algo. Saber cantar no lo era todo... aunque ella no pensaba así. Apreté aún más la mandíbula al pensar en lo sucedido la semana pasada. La pelea en la cafetería había sido el colmo de los colmos. ¿Cómo se atrevía aquella bruja a venirme a rendirme cuentas? Solo había usado mi espacio en Twitter para anunciarle al mundo mi opinión sobre su forma de cantar y nada más. ¿Quería críticas? Pues allí tenía una en menos de 145 carácteres.

Iba camino el teatro, donde le había pedido que nos reuniéramos. Se enteraría la pequeña Nadmean de quién mandaba en aquel lugar. Si se creía la única en saber cantar, bien claro que lo llevaba. Iba a demostrarle que ella no era la única capaz de hacer las notas correctamente y considerando que mi hobbie no era cantar, bien podría decirse que mi capacidad para usar mi voz era mucho más superior. Por supuesto; ¿quién podía competir conmigo? Ella no. Llevaba conmigo la bolsa con la ropa para la interpretación de un antiguo tema, pero que aún así requería una confianza que me sobraba, sinceramente.

Abrí la puerta de golpe, esperándome encontrar ya, al borde de la histeria. Pero no fue así. El teatro estaba vacío. ¿Acaso había aceptado su poca maestría y había preferido no ser humillada? La verdad, no lo creía. Delilah era demasiado egocéntrica para pensar que alguien podía ser mejor que ella, por lo que probablemente llegaba tarde. Incluso para estar puntual no servía, la joven. Suspiré y negué con la cabeza. ¿Cómo se podía ser tan... tan... tan estúpida? Me dirigí a los vestuarios para cambiarme y ponerme la ropa que había escogido, un vestido de color negro con bordados dorados que era largo y con cuello. Me recogí el pelo en un moño desenfadado y cuidé mi maquillaje hasta el último poro. Salí de nuevo al patio de las butacas, a esperarla.

Tras varios minutos y algunos tweets, la puerta se abrió. Me giré para ver si era ella o algún despistado al que se le había ocurrido llegar hasta el teatro.